Hay niños particularmente tímidos que se muestran antipáticos
y recelosos que llegan a evitar
participar en juegos de grupo.
No suelen ser rechazados, pero sí ignorados por su falta de
participación e implicación, por lo que
no son tenidos en cuenta en las actividades sociales, lo que perpetua su aislamiento.
Retroalimentando su autoexclusión.
Al no defenderse pueden convertirse en víctimas de acoso
escolar por parte de sus compañeros más agresivos.
Es habitual pasarles por alto, por lo que no se activan
estrategias, ni actividades adecuadas para potenciar su integración en el
grupo.
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